Jacob estuvo en Egipto, diecisiete de los ciento cuarenta y siete años que duró su existencia. Y al morir, pidió ser enterrado donde yacía sus padres, en la cueva de Macpela. Pasaron los años, murieron muchos descendientes de José, pero los de Israel - Jacob - seguían multiplicándose.

En Egipto, habían olvidado todo lo bueno que hizo José para ese país. Por lo contrario, el nuevo Faraón que estaba temeroso del incremento de la población hebrea, ordenó a las Parteras que liquiden a los varones hebreos recién nacidos, dejando vivir sólo a las mujercitas. Las Parteras temiendo a Dios, desobedecieron su orden, pero el Faraón al enterarse de su desobediencia, ordenó que echen al río a todo niño nacido de los Hebreos.



(Éxodo 1: 8 al 22)